En Milán, por primera vez, un perro fue enterrado junto a su dueño en el cementerio de Bruzzano. Este acontecimiento marca un momento histórico en la capital lombarda, ya que representa la aplicación concreta de una nueva normativa municipal que permite enterrar a los animales de compañía en la misma tumba que sus dueños.
El Ayuntamiento de Milán ha aplicado unas directrices regionales que permiten, previa incineración, enterrar las cenizas de animales de compañía (como perros, gatos, conejos, hurones, peces y otros animales pequeños) en la misma sepultura o tumba familiar que el difunto. Se cumple así una petición de muchos ciudadanos que deseaban poder permanecer cerca de sus amigos de cuatro patas incluso después de la muerte.
No es necesario el testamento escrito del fallecido: basta con una autocertificación firmada por los herederos en la que expresen el deseo de reunir a animal y dueño.
En la lápida no pueden colocarse epígrafes ni imágenes dedicadas únicamente al animal, pero se permite una fotografía en la que aparezcan juntos el dueño y el animal. No está permitido esparcir las cenizas del animal en el cementerio o en un cinerario común.
El ayuntamiento ha definido esta posibilidad como un «acto de civilización«, reconociendo el valor emocional y el papel cada vez más importante que las mascotas ocupan en el seno de las familias.
La elección de Milán podría inspirar a otras ciudades italianas a adoptar normativas similares, fomentando una mayor integración de las mascotas en el camino de despedida de las personas y sus familias. Por ejemplo, en Milán y Roma hay un cementerio de mascotas donde la gente puede ir a despedirse de su peludo amigo. Sus dueños dejan cartas y recuerdos.